Me lo encontré en un tianguis sobre ruedas en ciudad Obregón. Lo miré detenidamente una y otra vez. Trataba de viajar ligero ¿un telescopio? Recordé a un hombre que se ponía en las esquinas del Barrio Antiguo con un par de ellos. Les colocaba un letrero “Vea de cerca la luna. Cooperación Voluntaria. Si no puede cooperar véala GRATIS”. Le pregunté el precio a aquel comerciante se traía un montón de mercancías que traía de las casas de gringos ricos. Dame quinientos pesos, ya pa que se vaya. Tuve que ir a un cajero automático. Era domingo y al haber menos gente por las calles todo me parecía que estaba lejos. Con ese telescopio viajé a Los Cabos y me volví un astrónomo urbano. Llegué con él a Guadalajara, Querétaro, Ixmiquilpan, Puebla, San Cristóbal de las Casas, Palenque, Tulum y las playas de Oaxaca. Había viajeros que cargaban en su mochila paños con hilos, alambres, pinzas y piedras preciosas con las que fabricaban artesanías. Unos llevaban sus cámaras fotográficas y vendían sus colecciones o les hacían sesiones a los turistas. Otros llevaban la música y cargaban con guitarras, ukuleles y tambores. Pero yo, se podía decir que era un viajero de las estrellas, ya que mi trabajo consistía en mostrar las maravillas del espacio a los curiosos caminantes que se paraban frente a esa extensión de la vista que nos permite soñar y pensar en otros mundos. Yo cargaba con un artefacto capaz de revolucionar la imaginación y dejar el recordatorio de que hay cosas que se escapan de nuestro alcance cotidiano y que deberíamos acostumbrarnos a ver más hacia el cielo para apuntar alto. Mi telescopio se transformaba en una nave espacial y por segundos podía darle una vuelta a la luna para dicha y asombro de todo aquel que dejaba una cooperación. Recorrí pueblos y ciudades con él. De repente me sentía como ese pueblo gitano de Melquíades en Cien Años de Soledad que llevaba novedades a las mentes que se cerraron por acostumbrarse a la rutina. Un día regresé a casa y dejé el telescopio en el armario. De vez en cuando escuchó los murmullos de los viajeros asombrados cuando se acercaban y descubrían que probablemente algo más grande podía existir y quizás no estamos tan solos como pensamos.
Quetzal Noah
#EscribeMejorConQuetzalNoah
Me late imaginar esa vida de aventura y todas las historias que podrías conocer, con un trozo de universo a tu alcance.
Estamos ante infinitas posibilidades a cada instante.