Desde hace unos días le invitó un café a la tristeza para que platiquemos de sus problemas. Le gusta mucho quedarse y llegar de forma repentina a mi casa. A veces hablamos de lo rápido que pasa el tiempo y de los que se nos están yendo. También le cuento que últimamente siento que algo me fue arrebatado y me resulta más fácil encontrarme y saber lo que busco.
Hoy ya no busco mucho, porque en teoría, todo lo tengo, pero que mi espíritu alberga la derrota de la ilusión. Tal vez estoy equivocado, tal vez hice todo mal desde un principio pero no me quedaba de otra más que avanzar. Esperé mucho tiempo para no darme por vencido y ahora mis ojos incrédulos no calcan el más mínimo ánimo por las utopías.
Extraño no saber quién soy, desvelarme en búsqueda de alguna respuesta, escribir seduciendo al infinito y que las canciones tengan una frase que me reviva.
La poesía nunca me ha abandona, aún siento estar en una gran deuda con ella. No sé si ya escribí mi mejor poema pero se fuga mi época, me convenzo que mi momento ya fue y debo dejar de aferrarme a éste lugar y no ser como Memo Ochoa en la selección, tener honor y alentar bajo la experiencia que me abrió el camino. Hay que darle la bienvenida a las nuevas mentes inquietas, a los corazones confundidos, a los intensos que no han encontrado el amor propio y a los que aman a la menor provocación.
Últimamente escribir es un constante viaje al pasado, buscando detalles inconclusos, partes de mis historias que me ayuden a pegar otras. Como un collage de vivencias y viajes que va cubriendo mis cicatrices. Y en el intento por conocerme, me doy cuenta que sigo sin saber lo que quiero y a dónde voy. Todo el tiempo marchita y renace un capullo del universo dentro de nosotros.
Quetzal Noah