Cuentos

Una chica desmadrada

No sé si te ha tocado salir con una chica toda desmadrada. Es bonita, tiene el rostro como de un ángel, la manera en que se ríe te hace perder la noción del tiempo, pero siempre traen algo triste en los ojos, como una profunda herida que por más que uno quiere estar ahí para que se cicatrice termina por sentirse igual de desmadrado. Yo no era así, te juro que yo andaba de buen humor todo el rato, mis compas siempre querían venir a mi casa porque yo sacaba la guitarra y ponía en ambiente. Desde que salí con ella las cosas cambiaron repentinamente. Mira, yo iba a su casa, le dejaba cartas, le escribía poemas, incluso entre pregunta y pregunta di con sus flores favoritas.  Y aunque estoy seguro que era noble mi insistencia resulta egoísta pensar que uno es el sueño del otro, que uno puede devolverle el brillo a sus pupilas, cambiarle esas horas de lágrimas en su cuarto por una caminata con bromas por el parque, uno es demasiado idealista cuando las posibilidades son pocas, no queda de otra. Vete, no te convengo, tengo que arreglar mis pedos, no debes andar con una chica como yo, tengo un caos en la cabeza y no te mereces eso ¿por qué no te consigues una bonita que le guste salir y se arregle para ti? Yo no tengo nada para ti, estoy marchita, me pudro en mi propia mierda, me decía.  Otros días como que se le pasaba, andaba de un humor irreconocible, hacíamos planes para ir a la playa o comprar una combi para hacerla una cafetería y llevarla por distintos pueblitos. Me invitaba a comer a su casa, cocinaba, aunque no le quedaba muy bien nada de lo que preparaba yo comía muy contento porque el hecho de que se diera unos minutos de su celoso tiempo para cocinarme me llenaba el estómago de bichos voladores. Por lo genera así era de lunes a jueves, cuando llegaban los viernes y sábados ya no contestaba mis mensajes, lo sé, tenía que trabajar, era cantante de bares, le pagaban bien, pero se me hacía como injusto ¿no te parece? Que yo estuviera toda la semana ahí, preguntando cómo estaba, escribiéndole cartas, tratando de aportar un poco con mi ánimo a que floreciera tantito su felicidad y que ella se acordara de mí el domingo por la noche cuando regresaba a su departamento y se sentía sola y me escribía para decirme si no quería salir a caminar y yo de pendejo dejaba la carne asada en casa de mis papás y me iba caminando hasta su casa porque no tenía dinero para los taxis. No me quedaba muy lejos, eran unas veinte calles y dos avenidas las que caminaba, cuando llegaba yo estaba sudado, ella fresca, oliendo a carolina herrera, para que  solamente me viera quince minutos y me dijera que se tenía que dormir porque al día siguiente tenía clases muy temprano. Entonces si estaba tan mal ¿quería que continuara ahí? ¿le servía de consuelo? Una tarde hacía mucho calor y bebía yo con ella una caguama en su casa, ella la invitó, yo no llevaba dinero, casi nunca tenía, tal vez por eso nunca la convencí, no tenía nada por ofrecerle, no tenía trabajo, solamente escribía cosas que le gustaban a mucha gente, pero en realidad estaba muy jodido, tal vez no avanzamos más en la relación porque las buenas intenciones y la insistencia no bastan, hay que tener unos pesos en la bolsa de perdido para unos tacos. No hay justificante para mi mediocre actitud para disponer de dinero. Nos bebimos las caguamas y me miró en un tono extraño. No sé para qué vienes a buscarme, yo soy libre, soy una canción en movimiento, no estoy hecha para nadie, soy de la luna, soy inspiración, no puedo anclarme a nadie, no ahora, no con mis sueños. La miré, era bajita, me llegaba a los hombros, la miré como quien sabe que es la última oportunidad para besar a alguien y ella se volteó, se levantó del piso, tiró el envase con una patada involuntaria, la cerveza se regó en el piso, fue la señal perfecta de que todo se estaba yendo a la verga y no se podía hacer nada para evitarlo. Me acompañó hasta la puerta. Le quería decir que me quería quedar, que estaría ahí para ella, que sería un mejor ser humano, que tendría dinero un día de estos y le compraría flores y la llevaría a cenar a uno de esos lugares donde dos personas pueden fantasear con enamorarse, sin embargo, no miré hacia atrás y caminé. Una semana después me fui a la Ciudad de México y en el departamento de una amiga mientras me bebía una cerveza, abrí el facebook, una lágrima resbaló hasta mis labios y un dolor en el pecho me congeló, su situación sentimental había cambiado a una relación.

 

Un libro de cuentos, Quetzal Noah

Back to list

Related Posts

1 thoughts on “Una chica desmadrada

  1. Fanny dice:

    Me encantó.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *