Esta semana me pasó algo bien denso. Estaba dando la vuelta de descanso después de correr durante media hora cuando me pregunté ¿Quién realmente me lee? ¿Quién es esa persona que le da likes a las pendejadas que publico? ¿Es verdad que me aprecian o me admiran? Es que me he encontrado con tantos comentarios, realmente nunca les doy tanta atención porque me enfoco en lo mío que es escribir.
Pero, no puedo dejar pasar por alto el hecho de que me siga tanta gente; es obvio que: he hecho algo bien o tengo un talento natural. No sé cuál de ambas sea más cierta, porque de lo contrario no me explico porque sigo vigente a lo largo de casi una década cuando ya vi a una generación de escritores maricas rendirse y decir: ay es que ya nadie lee, pinches nenitas.
Disculpa, a veces no sé si me estás leyendo y pienso que sólo escribo para mí. A final de cuentas, así comencé y por no tratar de caerle bien a nadie siempre he entrado en polémicas. Equis, a medida que uno se hace viejo debe entender que no hay razón para tratar de entender a un mundo confundido.
Todo esto me hizo pensar: Bueno, la gente tiene una vaga idea de mí a través de lo que escribo. Se imaginan a alguien. No sé si ese alguien sea un vato que le gusta asar carne y pistear viendo el futbol. No sé si ese alguien sea un wey sufriendo porque está tratando de darse ánimos. No sé si sea un wey que lee y que quiere irse de fiesta. La verdad, siguiendo la lógica boleena: sí y no. Pero esa es una ficción de la gente ¿Cómo están tan seguros de que no soy un hombre obeso quejándose del PAN? ¿Cómo están tan seguros de que no soy una morra hípster que fuma mota todo el día o un vato minando criptomonedas?
El punto es: nunca conoceré a la mayoría de mis lectores, me leen más de medio millón de personas. Más de lo que le cabe al Estadio Azteca. Más de lo que es la población de Islandia. Más gente que los fans del Necaxa o el Atlante.
Pero también soy optimista: si conectaste con algo que escribí no fue sólo porque te gusta, sino porque eso tenía sentido para ti en otra vida o en una de las múltiples realidades de este universo. No podemos descartar el hecho de que ya nos conocimos en una variante de este mismo sistema de galaxias.
Por eso en lugar de firmar cosas como: gracias por comprar mi libro o con cariño para…me puse a escribir dedicatorias de una manera en la que yo sintiera que ya te conocí. A final de cuentas no nos consta que lo que hay en un libro es verdad, quizás la dedicatoria haga más grande la ficción que alimenta a la imaginación (porque la intención de la literatura es pensar en otras cosas ¿o no?)
Quizás en otro universo ya nos pusimos pedos, fuimos al estadio, me oriné en tu jardín, me pagaste un uber por malacopa, te decepcioné porque soy más humano que escritor, me hablaste de un ex que ni te la chupaba bien, te encontré en el mismo puesto de tacos o viajamos en el mismo asiento del metro.
Y una de estas dedicatorias sólo nos llevará a recordar lo que hemos compartido sin pasado, presente o futuro.
Quetzal Noah