Regresó a su templo, se fue a casa, partió a la fiesta eterna. Falleció José Agustín, uno de los más grandes de la literatura mexicana contemporánea. Más que estar triste por su partida, celebro su legado y lo que sus obras sembraron en miles de jóvenes mexicanos y escritores. Un autor polifacético, que nos hizo soñar, reír y reflexionar con su humor. Sus obras eran un retrato de los sesentas y setentas, con cerveza, bacacho, cigarros, rocanrol, tocadiscos, fiestas, coches y paseos desde la Condesa hasta Acapulco.
Creo que la mayoría de los lectores de José Agustín, ya están arriba de los cuarentas, y siempre quise que más gente treintona y sobre todo de las nuevas generaciones conociera su obra para que se diera cuenta que la vivencia cotidiana puede hacer que tu estilo literario sea único. Un tipo que se atrevió a escribir con groserías cuando tenía de frente el canon literario de la época establecido por escritores como Carlos Fuentes y Octavio Paz.
Recuerdo que el primer libro de José Agustín que leí fue “La tumba” lo tenía el papá de un amigo en su librero. Se lo pedí prestado. Lo leí en dos horas y cuando lo termine dije: yo también quiero contar una historia intensa. Y a la semana escribí “Teoría de la Fragilidad”.
De alguna manera, la otra de José Agustín trascendió en mi vida porque no solo me atrapó sino que despertó en mí el interés de querer crear algo y lo hice. Muchas gracias José, nunca vas a morir porque tu obra seguirá inspirando a quien le encuentre como alguna vez lo hizo conmigo.
Quetzal Noah