Un tren de hielo recorre las vías de tu sangre desde el ápice de tu ceja hasta el borde de tu tobillo. La sensación de pánico te ha desvanecido las conexiones neuronales, dicho fallo ha hecho que no logres conectar el pasado con el futuro y que en ese momento una sonrisa pendeja se te dibuje por el rostro con cierto nerviosismo, temblando tanto de angustia como de una irreconocible felicidad que dudabas volver a sentir. Lees de nuevo el mensaje:
He estado pensando mucho en ti
¿Cuándo vamos por un café?
La angustia se debe a que conoces exactamente el desmesurado desorden que traen su cabeza debido a que siempre ha necesitado atención en su casa y cuando tú se das le da miedo y termina por desmadrarte. Intentas justificar esa actitud poniéndote el traje de héroe con un ridículo optimismo freudiano, un superyó, crees que ella quiere ser salvada y estás dispuesto a todo, es por ello que te ha llegado esa sensación de irreconocible felicidad. Has pedido consejos a tu mejor amigo, a tu primo, a un tío borracho divorciado, a una amiga que es madre soltera, incluso te presentaron una hermosa chica en un bar que estaba dispuesta a acostarse contigo esa noche pero lo arruinaste contándole tu triste historia y se dio cuenta de tu severo problema de autoestima. Tal vez eres adicto al dolor y ella ha conocido un montón de tipos con el mismo padecimiento que tú y mejor optó por retirarse de la conversación diciendo que iba al baño y al volver se salió a fumar un cigarro para perder tu atención. Y la miras, ella está contigo, esperan afuera de ese pub estilo escoces, el show de la noche es de comediates standuperos sin talento de Monterrey que cuentan en su rutina el mismo chiste ya sin gracia de que fueron a chilangolandia y preguntaron en un puesto de tacos que por qué la quesadilla no lleva queso. Han pasado apenas quince segundos desde que viste el mensaje, pero ya has tomado la decisión de arruinarle la noche a Claudia y decirle que tienes una emergencia familiar. Estás preparando la mentira en los labios. Pensamientos divergentes recorren tus lóbulos y hemisferios. Miras para todos lados haciendo una mueca que dice chingado como para confundirla un poco y que ella te pregunte si te pasa algo y entonces prepares la cuartada perfecta para salir corriendo y llamar a la remitente del mensaje. Ella te interrumpe.
-¿Es ella verdad?
-¿Quién?
Todavía tienes la osadía de hacerte pendejo cuando ella ya lo ha interpretado todo. Ella conoce el lenguaje corporal, ha notado las señales de desesperación que emites como si fueras ese simulacro de alerta sísmica. Todo de ti ha expresado tu deseo de huida.
-Ya sabes quién. Creo que esto no va a funcionar. Me he dado la oportunidad contigo porque pensé que tú también tenías las ganas, pero ya veo que te arrastras el pasado y vuelves a él sabiendo que no hay nada para ti de ese sitio. No es una actitud de una persona evolucionada. Y, en definitiva, así como tú crees que estás para salvarla a ella, yo no estoy para salvarte a ti.
Ella te mira esperando que alguna de sus palabras sea como una ola arreciando la costa para llevarse las palapas de guano. Una sacudida sobre la órbita de atracción hacia esa estrella extinta que se ha quedado sola nuevamente y necesita a alguien para recordarle que sigue brillando. Enciendes un cigarro, te quedas callado, no has dicho nada, entre palabras de reclamo han transcurrido un par de eclipses. Ahora tu mirada vaga por el asfalto, el humo del cigarro entra a la puerta del bar, ella dobla su rodilla y cruza los brazos, alza su vista como buscando la tuya, tu silencio y tus pocos huevos para darle una respuesta certera que le revele el futuro de la relación la desespera un poco. Y ella, lo sabes, padece de los nervios, le dan bajones de ansiedad e histeria. En cierta ocasión te confesó de un impulso que la llevó a buscar cerillos y gasolina en la cochera de su papá para luego encender su casa y cuando su hermano la encontró con la garrafa de gasolina fue cuando se dieron cuenta de lo desajustado de la realidad en sus pensamientos. Su parpado parece temblar, la tomas de la mano y está fría, sus ojos se ponen en un tono cristalino, su piel como leche de almendras y sus diminutas pecas con una nariz pequeña, bien perfilada y sus ojos de un tono aceituna con su cabello castaño ¿de verdad la piensas perder? Es bella, es guapísima, no crees que una chica que lucha con sus pedos mentales esté tratando de dejarlos atrás para darse una oportunidad contigo, sin embargo, la chica con problemas que realmente amas está del otro lado del teléfono. Tal vez mandando el mensaje a los mismos vatos con los que fuma su toque o echa su caguama en la tarde ¿cómo estar seguro de que solo te piensa a ti? Chingado, por un momento en tu vida, déjate de pendejadas, de cometer los errores de siempre sabiendo el desenlace, deja que la historia fluya, ni tú ni ella merecen perderse la diversión, de esta noche, al menos.
-Sí. Era ella. Disculpa. Me sacó de mi órbita. No supe cómo reaccionar. Necesito una cerveza ¿Entramos?
Claudia se queda callada, trata de tranquilizarse, sabes de tu participación en ese instante donde su presión sanguínea ha disminuido y sus nervios la han hecho bloquearse. Te acercas, a sus hombros delgados, le dices que lo sientes, tomas su mano y la abrazas.
-Vayamos a otro lugar. Quiero escuchar música. Conozco uno muy bueno. Ya no tengo ganas de comedia.
Entonces caminan hasta Doctor Coss. No conoces el lugar. Ella ha tomado la iniciativa. Quizás es el momento menos indicado para hacer preguntas, llegan hasta la esquina y ella bajo esa gabardina verde miliar alza su brazo para parar un taxi. Un tsuru de color verde se detiene le abres la puerta y ella se precipita a sentarse y cerrar la puerta. Desde la ventana te tira un beso, y te dice que no se siente bien, se pone sus audífonos, el semáforo cambia de color y el coche acelera. Ahora te has quedado sin plan, sin chica, sin respuestas, aquella sensación de frío que aparece ante cualquier temor es lo único que te acompaña. Siendo casi las diez de la noche, no sabes a dónde dirigirte, caminas y caminas, entre las casonas del Barrio Antiguo, hasta llegar a la explanada del Museo de Historia. El lugar donde la viste por primera vez. Continuas bajando por el Paseo Santa Lucía, las luces de los restaurantes junto al canal te invitan a tomarte un trago en esa mesa frente al trovador con su guitarra que luce una boina, te sientas y piensas que Claudia estaría disfrutando de esos covers de Fernando Delgadillo y Silvio Rodríguez aunque no sea ese su género musical favorito. Faltan quince minutos para las once de la noche, te has bebido cuatro cervezas batiendo tu propio record en solitario, los cigarros se cruzan en tus dedos como los caballos de un carrusel, el hombre de la guitarra avisa al público que está por retirarse. A estas alturas de la noche, a la tenue luz de efecto polaroid que hace el agua del canal junto a las mesas te ha entrado ese minuto de reflexión, la constante idea de que la has estado cagando con las oportunidades para hacer algo diferente en tus relaciones sentimentales ronda entre el humo del cigarro y la espuma de cerveza subiendo a la boca del vaso. Quieres hacerte a la idea de que lo complicado es lo que vale la pena, por aquello que por lo que hay que luchar hasta que el corazón esté hecho fragmentos de cristal cayendo sobre el suelo que tú mismo pisas, pero esa es una idea muy pendeja, de chavos de secundaria hasta los primeros semestres de la universidad. Se ha puesto muy de moda eso del amor bonito, de aprender a quererse a sí mismo, sin embargo, casi nadie lo práctica, tienes un montón de conocidos compartiendo ese compendio de frases en facebook de escritores mediocres que no salen del mismo tema que no ponen en práctica eso que se la pasan compartiendo porque perpetuán el ciclo de víctimas sintiendo la tristeza y la indiferencia en cada canción de desamor escuchándose en la radio un día cualquiera, y ahora lo sabes, eres uno de ellos, de esos que se la pasan pidiendo consejos en las relaciones cuando en el fondo no quieres un consejo sino que te digan lo que quieres escuchar: el amor es así, complicado, lucha, si no te valora lo hará cuando te alejes…pero alejarse no significa regresar. El celular vibra, es un mensaje de Claudia.
Tuve que irme. Disculpa que haya sido así.
Sería mejor no vernos por un tiempo.
Principio de resistencia Es la secuela de Teoría de la Fragilidad.