¿En qué momento te perdiste?

¿En qué momento te perdiste? ¿Qué instante marcó ese nihilismo o sinsentido que te cargas? ¿Te fue mal en los negocios? ¿Cuántos amores fracasaron? ¿Quién dejó de creer en ti? ¿Mientras buscabas tu lugar en el mundo te alejaste de tantos que ahora ellos también te sienten como un desconocido? Me pregunto en qué momento renunciamos. No porque sea lo correcto sino porque nos aterra seguir fracasando. Porque se nos acaban las ganas. Porque es cierto; es muy cansado luchar a diario. Porque cuando el camino se abre creemos que no lo merecemos, que no hacemos lo suficiente o lo qué pasa es que nos admiran por algo que hacemos con tanta soltura que es natural en nosotros y caemos en la creencia de que no es nada asombroso. Nos saboteamos de maneras muy pendejas. La más sencilla es cuando te das cuenta de que todo es la misma mierda de egos inflados, libros de autoayuda, coaches estafadores, jefes cagapalos, los mismos bares, las mismas rutas, la espera del fin de semana para salir a comprar y así tener un consuelo de que como tenemos unos billetes en la cartera valemos algo. A pesar de esta migraña, el sabor amargo de los recuerdos y esa melancolía por el sueño que parece hacerse más lejano; creo que debemos aspirar a lo improbable, tener una fantasía, insistir por gusto no por un objetivo, olvidar que nos rige un universo sujeto a la improbabilidad y el caos. Que nuestra resistencia sea la poesía. Que nuestra venganza sea el perdón. Que nuestra bala más certera sea el olvido. Que nada nos prive del derecho de ser nosotros. Que nuestro deber sea expresarnos. Que nunca sintamos pena por el camino recorrido a pesar de lo conseguir lo que hemos buscamos; pues bastante hacemos con levantarnos y luchar los demonios del espejo y los fantasmas del pasado.