Salimos de Comitán a eso del mediodía. La idea era estar en Tuxtla a las 3 de la tarde para disfrutar de un botanero junto a nuestro amigo Alessandro. Yo tenía que recoger uns fanzines para regalar durante la gira. Tuvimos el pequeño detalle de que no estaban listos. Chingada madre. Ya ni modo. Pedí el anticipo debido a que me quedaron mal y resulta que en la caja del negocio no tenían efectivo. Enojado y mentando madres pedí hablar con la encargada y me comunicaron con ella. Les insistí en que me devolvieran lo mío. Ellos negociaron darme el trabajo en media hora y no pagar el resto. Fue un intercambio que me dejó satisfecho. En lo que esperabamos Alessandro daba un último vistazo a Comitán mientras bebíamos un carajillo en la Esquina de Belisario.
Durante el trayecto Alessandro editaba vídeos. Será que al menos yo nunca había visto trabajar a un influencer pero qué chinga se mete en la edición. Mi trabajo es escribir y me toma una jornada considerable hacerlo. Veía a Alessandro enfocado como todo un profesional.
Hablamos de Europa, las tradiciones italianas y que muy seguramente traería a su familia para cambiar ya la ruta que siempre era Cancún. En la plática surgió el recuerdo de unos amigos nigerianos muy graciosos con los que crecimos en Monterrey.
No hubo bloqueos entrando a Tuxtla. Le ha faltado eso a Alessandro para decir que realmente tuvo una experiencia muy chiapaneca. Nos instalamos en el hotel y salimos con rumbo al Restaurante Candilejas. Nos prepararon una mesa muy coqueta para charlar. La sala tenía un montón de libros entre sus estantes lo que nos daba una atmósfera alternativa. Alessandro me confesó estaba un poco nevrvioso. Alternamos temas. Yo entre poesía y cosas que le pasan a autores independientes y él entre apreciaciones de lo bueno que tiene México y bromas sobre un mal de amores con una sureña.
Un hombre bastante agradable nos comentó que le gustaba la poesía. Dijo algo así que lo mío era salvaje, una cosa que incita a mantenerte en movimiento. Se llamaba Gerardo y venía de Villahermosa
Entre regalos y libros firmados terminamos en La Mote en donde nos atascamos de botanas y tragos de vodka de tamarindo patrocinado por Alessandro.
Quetzal Noah