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Un buen libro sobre el cáncer

Recién termine mi lectura de marzo. En el mes de diciembre pasado me topé en una librería con un título que llamó mi atención. Su nombre era “El emperador de todos los males” de Siddhartha Mukherjee”. Se trata de una biografía sobre el cáncer. Leí la reseña por la parte de atrás. La lectura médica no es un tema que sea de mi habitual consumo y no porque no la considero interesante sino porque hay que pasar horas y horas leyendo de dicha rama para entender otros términos. Al tratarse del cáncer pensé que tenía que darle una oportunidad, pues apenas unos meses atrás mi papá libró una batalla contra el cáncer de colón luego de un calvario de severas complicaciones. Todos tuvimos una nueva normalidad con el covid y yo tuve dos con el cáncer. Quizás no a muchos de los que han librado esa batalla les gusta recordarla. Es como viajar a un país extraño del cual no se sabe si habrán de regresar. Quería tratar de comprender más a profundidad este enemigo de la especie desde hace miles de años.

Para empezar el cáncer no es una enfermedad nueva. Me vienen a la mente muchas conversaciones con mi madre, mis abuelos, mis tíos diciendo algo así como “la gente antes no se moría de cáncer”. Y no se moría porque la esperanza de vida era muy corta. La mayoría de gente moría de cosas que hoy pueden ser tratadas de forma más efectiva e inmediata como una tuberculosis, una hemorragia, viruela o una infección por agua o alimentos contaminado. Hoy a una persona de cuarenta años se le considera aún joven cuando un milenio atrás ya era un viejo con tintes de sabio. El cáncer comenzó a aparecer cuando la esperanza de vida se alargó. En resumen: la gente no vivía lo suficiente para desarrollar la enfermedad.

Según jeroglíficos egipcios el primer médico en hablar de cáncer se trataba de Imhotep quien claramente especificaba que para dicho padecimiento “no había tratamiento”. Han pasado más de dos milenios desde el primer registro momificado del cáncer, el cual pertenecía a la reina Atosa del imperio persa. Se trataba de un cáncer de mama que le fue extirpado. Al alargar un poco más su vida la reina Atosa decide expandir sus conquistas, pero no le duraría mucho la ambición. Fue el médico griego Galeno quien describió la enfermedad como carcinoma de la etimología griega “karkinos” que significa cangrejo y “oma” que significa bulto o masa; se le daba ese nombre por las formas en que este enemigo se manifestaba.

Pasaron siglos de oscuridad donde la gente inventaba de todo para curar éste mal como sangre de rana, excremento de cabra, derivados de plomo y otras tantas panaceas salidas del desespero, la fantasía y la imaginación. Con el descubrimiento de los rayos x algunos médicos y científicos vieron que la radiación podía disminuir ciertos tumores. Pero ¡Oh sorpresa! La radiación causaba otros tipos de cáncer. La extirpación no era lo más efectivo. Pues al cabo de unos meses o pocos años los cánceres regresaban con más agresividad. Fue entonces que la mira médica apuntó para otro lado: el comportamiento de las células.

Científicos, biólogos, genetistas y médicos notaron que un cáncer era la reproducción anormal de células malignas en los tejidos y la sangre. Lo curioso, interesante y a veces terrorífico del cáncer es que no todos sus tipos se comportan igual. Unos son de lento desarrollo y otros sumamente agresivos.

Durante la primera guerra mundial el hábito de fumar se popularizó en todo el mundo. Treinta años más tarde los casos de cáncer de pulmón también. Investigadores comenzaron a realizar estudios en la gente. La gran mayoría había fumado durante casi tu vida. Sin embargo, no fue fácil convencer a la comunidad médica y mucho menos al gobierno que recibía grandes ingresos de la industria tabacalera en Estados Unidos. Es increíble que aún habiendo evidencia científica de ciertos hechos la gente se niega a creer hasta que no tiene frente a sus ojos la tragedia.

El cáncer se volvió la principal causa de muerte en Estados Unidos a lo largo de casi treinta años lo que lo convirtió en un problema de salud pública. Inversión estatal y privada se vieron obligar a financiar la investigación científica para encontrar nuevas soluciones a lo que la gran mayoría de las personas iba a padecer en algún momento de su vida.

Fueron casi cuarenta años de investigación hasta que el trabajo de Bert Volgestein, Weinber, Folkman dieron con algo que se sospechaba: el cáncer se encuentra en nuestros genes. Nuestras secuencias de adn en cierto momento pueden mutar, una vez que se produce una mutación pueden replicarse. A veces dichas mutaciones son el resultado de cancerígenos como las sustancias del tabaco, los alimentos ultraprocesados o la radiación. Muchos oncogenes (genes que pueden activar el cáncer) se transmiten por herencia. Éste trabajo fijó la vista en la biología molecular y genética para comenzar a atacar los genes mutados con nuevos fármacos. No se ha logrado vencer al cáncer del todo, pero la esperanza de vida se ha alargado. El cáncer, como toda enfermedad: se ha vuelto un largo aprendizaje. Hasta parece que la biología y la naturaleza planearon con suma cautela ésta enfermedad como un sistema de autodestrucción de nuestra especie. Este padecimiento es el enemigo al que le hacemos la vista gorda. Casi todos hemos conocido a alguien con algún tipo de cáncer. Este libro no es ninguna autoayuda para salir adelante pero invita a reflexionar mejor los avances del esfuerzo humano por salvaguardar la especie y entender nuestra propia naturaleza.

Quetzal Noah

 

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