La importancia de leer

La importancia de leer

A menudo resalto la importancia de leer. Me quejo desde mi privilegio de hombre prieto nacido en una familia trabajadora media baja con aspiraciones a ser media normal. Me quejo no porque me moleste la ignorancia de la gente que se pierde del placer de la lectura sino porque los libros están al alcance de nosotros y parece ser que nuestra sociedad se moldea para ir perdiendo la curiosidad por ellos. Tampoco quiero que mi ego los confunda creyendo que uno es mejor persona por leer. Hay psicópatas muy cultos. Esto me recuerda al típico amigo roquero que siente cierta superioridad moral porque su gusto tiene mejores solos y riffs de guitarra que la mayoría de las rolas de reguetón. Aunque a mí no me gusta el género de moda. Un imperio poderoso crea las condiciones para que surja una literatura trascendente.  La buena literatura inglesa surgió en las épocas victorianas, como una necesidad al ocio de las familias adineradas, las jovencitas aparte de clases de piano, tejido, la hora de té y buenos modales tenían por hábito la lectura. Y esto no es nuevo. También Marx dijo que la cultura surgía derivada de las condiciones materiales. Entonces hace un par de siglos, la lectura era un privilegio, algo reservado a las clases altas y con tiempo libre. Los hombres del campo o las fábricas no podían soñar a menudo con los libros. Ni siquiera los conocían.

Durante siglos los legados que forjaron la civilización como tratados matemáticos de los griegos, la filosofía heredada a los romanos o los avances en medicina de los egipcios se perdieron entre textos apócrifos que fueron prohibidos desde que la Iglesia Católica ganó influencias políticas entre los imperios. Si no fuera por la curiosidad de los árabes y la expansión de su cultura por África y el sur de Europa; nos habríamos perdido de ideales y conocimientos que sirvieron para que floreciera el mundo occidental.

Nunca antes tuvimos tanto acceso a los libros y tanta libertad para elegir aquellos con los que deseamos cultivar nuestra mente. Durante años en muchas naciones hubo totalitarismo, enemigos de la luz del cocimiento trataban de adoctrinar masas en un fallido proyecto por mantener ideologías que limitaban las capacidades creativas del pensamiento. No creo que sean muchos los lectores o amantes de los libros que cuando llegan a una librería y ven esos palacios de ideas encuadernados con aroma a felicidad se pregunten ¿Dónde estaríamos de no ser por los libros? ¿Habría podido ser testigo de estas maravillas durante en la Europa medieval? ¿Qué habrían pensado Sócrates, Platón o Séneca si hubieran visto tanta poesía, filosofía, medicina, dibujo, cuentos, historietas, etc apilados entre los libreros? ¿Qué amante de los libros al conocer la tragedia de la Biblioteca de Alejandría no se le apachurra el corazón un poquito?

Los libros están entre nosotros porque son más que palabras en un papel. Son historias de marchas, regresos a casa, amores no correspondidos, libertades arrebatadas, años de condenas, luchas contra la esclavitud, visiones del mundo, preguntas para entender nuestro origen, conocimientos para preservar y prolongar la vida, un camino de regreso al universo que habita dentro de nosotros. Yo al ver un libro puedo percibir una voz que grita: aquí estuve, tengo algo que decirte. No cualquiera puede entenderlo. Muchos ven un libro y sólo aprecian un par de páginas encuadernadas con un título que no los hace viajar ni a la más aburrida de sus ideas. Y eso me recuerda a algo sobre la importancia de leer.

Continuará

Quetzal Noah

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